Homenaje a los miembros del Patronato de la Fundación Rodríguez-Amat

 

Un día del mes de febrero del 2011, reflexionando sobre el patronato de la Fundación Rodríguez-Amat y deseando realizar unos trabajos con objeto de manifestar mi agradecimiento a todos y a cada uno de sus componentes, recordé que el número de miembros que en este momento conformamos el patronato de la fundación es de nueve. Sin reflexionar más lejos, pensé en hacer nueve trabajos para, en su momento, obsequiar a cada uno de los miembros del patronato. Todos los trabajos, sin ser iguales, deberían tener el mismo espíritu. La unidad por el hecho de formar parte del patronato y, a la vez, la diversidad de la personalidad de cada uno de sus componentes tendría que quedar manifestada en la serie de trabajos.

Curiosamente, en el momento de tener casi terminado el primero de estos trabajos, Wei se expresó con la siguiente expresión:  xin xin xiang yin (xin xin xiang yin), el significado de la cual es tener afinidad mutua. Yo le pregunté la razón y ella me dijo que las formas le sugerían esta mutua afinidad. Era justamente lo que yo me había propuesto expresar a través de las diferentes formas del cuadro, pues en mi pensamiento ésta afinidad no era otra que la de formar parte del patronato de la Fundación Rodríguez-Amat y de la amistad entre un grupo de nueve personas con un vínculo puntual. Hay que decir que, en ningún momento, la Wei tenía conocimiento, tanto de mi propósito, como de la idea de hacer nueve trabajos para nueve personas. Pensé que era una muy afortunada coincidencia. Posteriormente, la se lo expliqué.

Sin ninguna otro reflexión continué haciendo un trabajo tras otro, habiendo decidido de hacer uno cada día. Fue así como, entre los días 17 y 25 de febrero, ambos incluidos, cada día me obligué a empezar y acabar uno. En mi deseo había la idea de que todos los trabajos tuvieran un mismo espíritu formal y, en definitiva, de tratamiento plástico.

El 25 de febrero, una vez acabado el último cuadro, consideré la posibilidad de reflexionar sobre el número nueve y en mi mente apareció el nueve como símbolo en la cultura china. Considerando del cero al nueve, números con una sola cifra, el nueve es el número más grande y, a la vez, con tintes masculinos por lo cual fue símbolo del emperador a lo largo de milenios. La fonética del nueve en la lengua china coincide con la de eternidad. La vestimenta de los emperadores tenía 9 dragones, símbolo de poder y de eternidad. Los dragones tenían nuevo hijos. Muchos objetos en número de nuevo aparecen en muchos edificios y elementos decorativos chinos. En la secuencia numérica el nuevo se el número vibracional. Representa desempeño, ascendencia y la capacidad de obtener satisfacción al conseguir los objetivos. A la vez tiene el sentido espiritual del poder intelectual, de la imaginación y la influencia sobre las circunstancias. El nueve es el producto de tres por tres y tres en chino se escribe con tres trazos horizontales. El trazo superior significa el espacio superior que en nuestra cultura occidental denominaríamos el cielo. El trazo del medio se corresponde con el individuo, es decir, la mortalidad y el trazo inferior con la tierra. El nueve es, en definitiva, considerado un número perfecto. El nueve simboliza el poder superior, celestial. Se considera la serie de números primarios como camino de conocimiento y el nueve, siendo el número primario más grande, logra el máximo conocimiento.

Hay que manifestar que todas estas reflexiones y otras muchas que no han quedado reflejadas en este texto son arbitrarias y llenas de espíritu lúdico, pues tanto en el momento de empezar la serie de trabajos como en el proceso de creación de todo el conjunto, nunca pasó por mi cabeza los valores simbólicos que podría tomar el número nueve. Se trataba única y exclusivamente de hacer nueve trabajos, uno para cada uno de los miembros del patronato de la Fundación Rodríguez-Amat.

El proceso seguido en cada uno de los cuadros empezaba con la observación de objetos que me rodeaban en mi taller justo en el momento de iniciar cada uno de los trabajos. Yo no pretendía hacer una representación objetual o figurativa. Se trataba de abstraer de diferentes objetos, elementos formales que pudieran servirme para componer el conjunto de formas plásticas del trabajo. A la vez quería que, a pesar de las diferencias de formas, tuvieran un mismo espíritu. A continuación, con el carboncillo tracé sobre el papel líneas que, hechos con mucha rapidez, conformaran el espíritu de mis observaciones. Yo no quería que los objetos pudieran ser observados sobre el cuadro con sus calidades formales. Fijado el carboncillo, con acuarela pinté algunos de los espacios que quedaban entre las líneas. Posteriormente con un lápiz graso muy negro fui trabajando con mucha paciencia -pensemos que en arte el tiempo no cuenta- todas y cada una de las formas con las difuminaciones que permitía la rugosidad del papel. Finalmente, colocado el papel horizontal, con polvo de carboncillo conseguido por raspado sobre un papel de lija y posteriormente soplándolo para que cayera en forma de lluvia, se conseguía eliminar la blancura del mismo papel. Con el fijador quedaba todo fijado.

 

Para ampliar las imágenes pinchad sobre las mismas

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